domingo, 4 de diciembre de 2016

NOS COMPLICAN LA VIDA


hu111
Cierta mañana el Mulá Naserudín envolvió un huevo en un pañuelo, se fue al medio de la plaza de su ciudad y llamó a los que pasaban por allí. ¡Hoy tendremos un importante concurso! –dijo–. ¡Quien descubra lo que está envuelto en este pañuelo recibirá de regalo el huevo que está dentro!
Todos se miraron intrigados y le dijeron:
¿Cómo podemos saber qué tienes dentro del pañuelo? ¡Ninguno de nosotros es adivino!
Naserudín insistió: Lo que está en este pañuelo tiene un centro que es amarillo como una yema, rodeado de un líquido del color de la clara, que a su vez está contenido dentro de una cáscara que se rompe fácilmente. Es un símbolo de fertilidad, y nos recuerda a los pájaros que vuelan hacia sus nidos. Entonces, ¿quién puede decirme lo que está escondido aquí? Todos los habitantes del pueblo pensaban que Naserudín tenía en sus manos un huevo, pero la respuesta era tan obvia que no podía ser tan sencilla y tenía que haber alguna trampa. Nadie quiso exponerse a meter la pata y pasar vergüenza delante de los otros. Se preguntaban a sí mismos: ¿Y si no fuese un huevo, sino algo muy importante, producto de la fértil imaginación mística de los sufíes? Un centro amarillo podía significar algo del sol, el líquido a su alrededor tal vez fuese algún preparado de alquimia. No, aquel loco estaba queriendo que alguien hiciera el ridículo. No caerían en la trampa.
Naserudín preguntó dos veces más y nadie se arriesgó a decir algo impropio. Entonces él abrió el pañuelo y mostró a todos el huevo. Todos vosotros sabíais la respuesta –afirmó– y nadie osó traducirla en palabras. Así es la vida de aquellos que no tienen el valor de arriesgarse. La vida es sencilla y las cosas son lo que son. Pero nuestros sabios teólogos siempre buscan explicaciones complicadas y terminan no haciendo nada. Y no dejando hacer nada.

martes, 23 de agosto de 2016

REGALOS QUE DECIDO NO ACEPTAR



Era un profesor, comprometido y estricto, conocido por sus alumnos como un hombre justo y comprensivo. 

Al finalizar el curso, mientras el maestro organizaba unos documentos encima de su escritorio, se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiante le dijo: 

- Profesor, lo que me alegra de haber terminado las clases es que no tendré que escuchar más sus tonterías y podré descansar de ver su cara aburrida.

El alumno estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado. 

El profesor miró al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó:

- ¿Cuándo alguien te ofrece algo que no quieres, lo recibes? 

El alumno quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta. 

- Por supuesto que no.

- Bueno, prosiguió el profesor, cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo, en este caso una emoción de rabia y rencor, que puedo decidir no aceptar. 

- No entiendo a qué se refiere - dijo el alumno confundido-. 

- Muy sencillo. Tú me estás ofreciendo rabia y desprecio y si yo me siento ofendido o me pongo furioso, estaré aceptando tu regalo y yo, mi amigo, en verdad, prefiero obsequiarme mi propia serenidad. Muchacho, tu rabia pasará. No trates de dejarla conmigo porque no me interesa. Yo no puedo controlar lo que tú llevas en tu corazón pero de mí depende lo que yo llevo en el mío. 

Tú puedes escoger qué emociones o sentimientos quieres poner en tu corazón y lo que elijas lo tendrás hasta que decidas cambiarlo.


jueves, 2 de junio de 2016

LA SAL DE LA VIDA, NUESTRA VIDA.





El anciano maestro hindú estaba ya cansado de escuchar las constantes quejas de su aprendiz, así que pensó que debía enseñarle algo que le hiciera recapacitar. Una mañana le pidió que le trajera sal y cuando regresó, el maestro le dijo que echara un puñado en un vaso de agua y que, a continuación se la bebiera.

¿Cómo sabe ahora el agua?—, preguntó el sabio anciano.
Muy salada — respondió el discípulo poniendo cara de asco.

Aguantándose la risa el maestro le indicó que repitiera la acción, pero en lugar de tirar la sal en un vaso lo hiciera en un lago. Caminaron sin prisas hacia un gran lago situado en medio de un vergel a las afueras de su aldea y cuando el discípulo cumplió la orden el venerable maestro le pidió que bebiese.

¿A qué te sabe ahora? — le preguntó.
Y el aprendiz le respondió:

Esta agua está fresquísima. No sabe nada a sal, es una delicia para el paladar.
Entonces el maestro cogiéndole las manos a su discípulo, le dijo:
El dolor de la vida es pura sal. Siempre hay la misma cantidad, sin embargo su sabor depende del recipiente que contiene la pena. Por eso, cuando te aflijan las adversidades de la vida, agranda el sentido de las cosas. 
Deja de ser un vaso y conviértete en un lago.

lunes, 18 de enero de 2016

EL ÁRBOL QUE NO SABÍA QUIEN ERA

Había una vez en un lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un jardín esplendoroso con árboles de todo tipo: manzanos, perales, naranjos, grandes rosales,... Todo era alegría en el jardín y todos estaban muy satisfechos y felices. Excepto un árbol que se sentía profundamente triste. Tenía un problema: no daba frutos.
-No sé quién soy... -se lamentaba-.
Cuentos orientales
-Te falta concentración... -le decía el manzano- Si realmente lo intentas podrás dar unas manzanas buenísimas... ¿Ves qué fácil es? Mira mis ramas...
-No le escuches. -exigía el rosal- Es más fácil dar rosas. ¡¡Mira qué bonitas son!!
Desesperado, el árbol intentaba todo lo que le sugerían. Pero como no conseguía ser como los demás, cada vez se sentía más frustrado.

Un día llegó hasta el jardín un búho, la más sabia de las aves. Al ver la desesperación del árbol exclamó:
-No te preocupes. Tu problema no es tan grave... Tu problema es el mismo que el de muchísimos seres sobre la Tierra. No dediques tu vida a ser como los demás quieren que seas. Sé tú mismo. Conócete a ti mismo tal como eres. Para conseguir esto, escucha tu voz interior...
¿Mi voz interior?... ¿Ser yo mismo?... ¿Conocerme?... -se preguntaba el árbol angustiado y desesperado-. Después de un tiempo de desconcierto y confusión se puso a meditar sobre estos conceptos.

Finalmente un día llego a comprender. Cerró los ojos y los oídos, abrió el corazón, y pudo escuchar su voz interior susurrándole:
"Tú nunca en la vida darás manzanas porque no eres un manzano. Tampoco florecerás cada
primavera porque no eres un rosal. Tú eres un roble. Tu destino es crecer grande y majestuoso, dar nido a las aves, sombra a los viajeros, y belleza al paisaje. Esto es quien eres. ¡Sé quien eres!, ¡sé quien eres!..."

Poco a poco el árbol se fue sintiendo cada vez más fuerte y seguro de sí mismo. Se dispuso a ser lo que en el fondo era. Pronto ocupó su espacio y fue admirado y respetado por todos.
Solo entonces el jardín fue completamente feliz. Cada cual celebrándose a sí mismo.